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Fuller
Tierra inestable

POSOLOGÍA DE LA SEMANA

O´Farrell
El retrato de casada

Trapiello
ÉRAMOS OTROS

Martínez de las Rivas
Paseo

Karina
La isla del doctor Schubert

Negroni
El corazón del daño

Claire Fuller
La verdad de las cosas
Sobre el libro Tierra inestable (Impedimenta).

CLAIRE FULLER
Tierra inestable.
IMPEDIMENTA, 2023
346 PÁGINAS.
NARRATIVA/Literatura británica

La verdad de las cosas
Sobre el libro TIERRA INESTABLE de CLAIRE FULLER.

Esta novela ambientada en la campiña inglesa, en un pequeño pueblo que tiene además de jardines particulares y pequeñas granjas con vacas, su pub, su local de Fish and chips pero que va actualizándose con un nuevo espacio delicatessen, nos confronta el rápido estilo de vida actual con la querencia al pasado y las posesiones. No piense el lector, sin embargo, que se trata de una aburrida novela ideológica puesto que el dinamismo de la trama es sorprendente, ajustada a los hechos y a la narración, así como llamativa es la capacidad de la autora para envolvernos con unos hechos aparentemente anecdóticos que rezuman tragedia.

Tierra inestable, Unsettled Ground, bien traducida por Raquel Vicedo, se mueve entre el ritmo insolidario y de acciones efectivas de la vida actual, incluso en el más remoto de los pueblos ingleses, y el otro modo de hacer que va apegado a las querencias, a los objetos heredados y a las costumbres de siempre. A las cosas. Se centra la novela en las disparatadas y tristes decisiones que dos hermanos de más de 50 años, cercanos a la indigencia intelectual y al analfabetismo, tienen que tomar tras la muerte repentina de su madre. La figura materna era el solar, el refugio y el castillo donde se asentaba una modesta prosperidad que procedía del cultivo y del mantenimiento perpetuo del fuego del hogar. A partir de la muerte, del derrumbamiento de lo que parecía sólido, se inicia una carrera no solo por la supervivencia física sino también por la propia dignidad, aunque ni siquiera los propios protagonistas sean conscientes del resultado de sus torpes o acertadas proezas.

Con ciertas regresiones sentimentales hacia los años en los que vivía la madre, necesarios para entender las causas de ciertos desamparos, Tierra inestable opta por una estructura lineal y sencilla enfocada en los dos hermanos que a veces resultan de manera intencionada algo caricaturescos, una suerte de Hansel y Gretel contemporáneos, una Caperucita Roja analfabeta en un mundo de lobos especuladores, y una pareja absolutamente opuesta en carácter que se ven abocados a vivir en la penuria, sin electricidad y con la batería del móvil siempre al borde de la extinción. Y es que esta magnífica obra de Claire Fuller tiene elementos deudores del cuento (la ausencia de la madre, las escenas de soledad en el campo, la búsqueda desesperada de unas habichuelas) pero igualmente de la gran tradición de la novela de humor inglés, refinado y negro, como el capítulo dedicado al entierro de la madre. Fuera de su casa, y ya sin la figura protectora, se sienten aislados e incomprendidos, dedicados en exclusiva a la verdad del trabajo manual, el único que les satisface y que les puede dar un rendimiento económico: cuidar jardines, cultivar la huerta, hacer pequeñas chapuzas u ordeñar las vacas ajenas.

Cansados como estábamos los lectores de tanta impostura moderna en la literatura británica, tanto en el aspecto formal como en el emocional, llena de horrorosos y previsibles asesinatos de niños en la campiña con detectives alcoholizados o, en el otro ramo, de neo-hipsters en la modernidad londinense, atiborrados de cócteles y de cafés, Claire Fuller nos lleva con mano maestra hacia un pequeño drama rural sin caer ni en lo pintoresco ni en lo victoriano ni en lo decadente. Aquí los personajes resuelven las cosas preparando un té y bebiéndose de un trago dos pintas en el pub. Es una obra actual, bien construida pero no perfecta pues el lector echa de menos el desarrollo de algunos de los subtemas. Como en tantas novelas de hoy en día, la traducción, y supongo que igualmente el texto original, abusa del presente para narrar los acontecimientos, algo común en el periodismo de eventos de nuestra época, el mal llamado presente narrativo o presente histórico que llena toda la obra: “en la tienda del pueblo Jennie memoriza los precios (…) al salir ve junto a la puerta una caja grande llena de productos variados. Pasa de largo”.

En cualquier caso, Tierra inestable de Claire Fuller, autora que ha vivido siempre en las inmediaciones de Oxford, donde se desarrolla la obra, ha logrado conmovernos con este cuento largo de penurias y superaciones. Quizá el lector encuentre sus pequeñas moralejas. Y es que vivimos un tiempo en el que los objetos son algo pasajero que apenas duran y no conservan ya la pátina sentimental. Fuller nos aporta aquí una reivindicación de las cosas como parte de la propia vida. En un momento también en el que hay tantos nómadas digitales a los cuales les da igual vivir aquí que en Singapur, Fuller reivindica el valor de las raíces, de la casa, del pueblo, de los caminos que se han transitado desde la niñez. Y de las viejas canciones pasadas de moda, que han ensayado en casa año tras año.

David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es

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Una cita del libro TIERRA INESTABLE

El olor a tabaco despierta a Jeanie. La peste a humo ha tardado días en disiparse después del velatorio de Dot, y ahora el olor le provoca las mismas palpitaciones. ¿Por qué esta noche, precisamente, sí ha podido dormir? Oye voces fuertes en la cocina -la de Julius y otras distintas, y se viste apresuradamente mientras Maude la atosiga y se queja, consciente de que pasa algo. Abajo, Nathan merodea por la puerta que separa el lavadero de la cocina. Parece más relajado que en su última visita y lleva el mismo traje, aunque ya le queda holgado por las rodillas y los bolsillos han cogido la forma del móvil y un juego de llaves.

Maggie O´Farrell
Una historia sin ciudad.

Sobre el libro El retrato de casada (Libros del Asteroide).

MAGGIE O´FARRELL
EL RETRATO DE CASADA.
LIBROS DEL ASTEROIDE, 2023
292 PÁGINAS.
NARRATIVA/Literatura británica
Novela histórica

Una historia sin ciudad.
Sobre el libro EL RETRATO DE CASADA de MAGGIE O´FARRELL.

En sus anteriores libros, la escritora británica (de Irlanda del Norte y residente en Escocia) Maggie O´Farrell ha dado muestra de su enorme talento para la narración. Su técnica y su dominio tanto del lenguaje como de la construcción de personajes han tenido una enorme fortuna no solo en Reino Unido sino también en España, pues viene avalada por una de esas editoriales, Libros del Asteroide, que tienen marchamo de publicar obras exquisitas. Posee O´Farrell una gran capacidad para el juego de tiempos y para las estructuras caleidoscópicas como demostró en la excelente La primera mano que sostuvo la mía e, igualmente, en ese reciente éxito de trasfondo shakespeariano llamado Hamnet, una elucubración que se lee con gran verosimilitud e interés.

Cuando un autor triunfa, como el caso de nuestra escritora con Hamnet, se corre un serio peligro con la siguiente entrega, debiendo optar por ahondar en el mismo modelo narrativo o bien buscar una línea innovadora que sorprenda a los lectores pero que desencante a los entusiastas del volumen anterior. En El retrato de casada opta O´Farrell por seguir la senda histórico-especulativa que tanta fortuna le dio en la novela sobre la familia del genio de Stratford. Y debo decir ya que, aun manteniendo la calidad de la escritura, sabiendo incluso que la novela será un éxito y que se lee de un tirón, el resultado es en conjunto desafortunado.

En El retrato de casada, el lector se las ve de nuevo con un personaje femenino secundario sobre el que gira toda la obra: una joven adolescente, Lucrecia de Medici, florentina, casada por razones de estado con el Duque de Ferrara, Alfonso II Este. Hay noticias exactas de estos casamientos tempranos y que no escandalizaban en la época. Sobre la supuesta infelicidad de Lucrecia en la espléndida corte ferraresa apenas hay datos, lo que da pie a la especulación narrativa, aunque sí sobre el contexto histórico y artístico apabullante que regía la ciudad desde los tiempos del abuelo Ercole. La muerte temprana de Lucrecia, sin dar un heredero, genera todo tipo de misterios: ¿asesinato? Investigaciones recientes hablan más de una tuberculosis mortal pero no olvidemos que se está en una corte rodeada de otras muchas incógnitas, pues no en vano, dato que omite la novela, esta joven Lucrecia está enterrada en el suelo tumba con tumba con la famosa Lucrecia Borgia.

Sobre estas especulaciones e imaginaciones Maggie O´Farrell construye su novela. Incurre de nuevo en esa estructura alternante de momentos y lugares que tanto le gusta pero que da la sensación de que, en este caso, sirven solo para darle un barniz de complejidad narrativa. Es cierto que la escritora británica escribe como los ángeles, bien ayudada en la excelente traducción de Concha Caballero, pero el lector vuela sobre una serie de acontecimientos previsibles sin que se le brinde el más mínimo contexto. Es cierto que el punto de vista es el de una recién casada de catorce-quince años pero la magnificencia de la corte ferraresa era tan desbordante que sorprende que apenas esta entre en la acción, con la excepción del episodio del retrato de Lucrecia por el pinto Bastiniano. El lector seguirá está historia con avidez, en menos de tres días, lo cual supone no poca habilidad de escritura, pero ni Ferrara ni Florencia están ni se las espera. La protagonista podría ser una joven dama de la corte española, del castillo de Windsor o de una novela decimonónica de Jane Austen. La escritora, creo, ha ido a lo seguro, a una fórmula de lectura fácil y de éxito sin meterse en mayores complicaciones. Para un británico una cosa es, desde luego, meterse en los entresijos y oscuridades de la vida shakespeariana y otra, que exige mayor documentación in situ, entender las ciudades-estado renacentistas italianas. Cuando uno ve la bibliografía, tan generalista y tan anglocéntrica que proporciona la autora al final, se comprende todo.

No desesperemos. La novela, como digo, tendrá una legión de lectores entusiastas poco críticos con el trasfondo y el contexto. La autora no ha perdido su habilidad narrativa pero ciertamente ha preferido en este caso, quizá por presiones editoriales, realizar un trabajo rápido, de pincelada psicológica, muy cerca de lo que se exige hoy en día: una víctima femenina de un macho despiadado solo preocupado de su poder, de la caza y de la descendencia. Una víctima. En aquel momento andaban por la corte ferraresa Torquato Tasso, los mejores compositores de madrigales, una buena selección de pintores, médicos y astrónomos judíos. Pero eso en la novela no aparecen. Por si acaso.

David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es


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Una cita del libro EL RETRATO DE CASADA

"Ahí está Lucrezia, con su vestido de viaje y su piel de quince años. Tiene la sensación de que estas personas quieren ver a través de ella; son como anatomistas, que despellejan a los animales para ver lo que hay dentro, que separan la piel del músculo y las venas del hueso sin aprender nada ni llegar a ninguna conclusión. Todos ellos viven con el ansia, con la necesidad de ver a un niño creciendo en sus entrañas, de saber que ya tienen un heredero. Para ellos es la puerta, la supervivencia de su familia".

Andrés Trapiello
EL RÍO Y EL LIBRO QUE NOS LLEVA.
Sobre el libro Éramos otros de Andrés Trapiello (Ediciones del Arrabal).

ANDRÉS TRAPIELLO.
ÉRAMOS OTROS.
EDICIONES DEL ARRABAL, 2023
490 PÁGINAS.
NARRATIVA/DIARIOS
Contemporaneidades

El río y el libro que nos lleva.
Sobre el libro ÉRAMOS OTROS de ANDRÉS TRAPIELLO.

Hay libros estanque, libros puente, libros bañera… y no sigo puesto que hay infinidad de símiles acuáticos aplicables. Y hay libros-río: nunca visitaremos o habremos olvidado el nacimiento y no queremos ver aún su desembocadura. Pero nos sentimos gratamente acogidos en cualquiera de las riberas por donde transcurra. Tampoco es necesario en estos libros realizar un seguimiento geográfico: puede uno empezar por la mitad, puede otro apuntarse a ese lento fluir hace unos pocos años o ser neófito en la contemplación. A veces las aguas transcurren mansas, y en otras ocasiones muy bravías. Nos reímos con la caricatura y nos sentimos pacificados en la misericordia del transcurrir de cada día.

El llamado Salón de pasos perdidos es un libro-río que inició Andrés Trapiello allá por 1987. Éramos otros es la entrega número 24 de algo que ni siquiera podemos llamar proyecto, pues, como los ríos, tiene crecidas y decrecidas y muchos afluentes. Hay, por supuesto, una unidad temática y tonal en este ya gigantesco corpus aunque no siempre se ha mantenido la misma uniformidad estética de impresión: en Pre-textos, la editorial valenciana que antes publicaba estos volúmenes, ha pasado por al menos dos diseños diferentes para cabreo de los fieles; las ediciones pobretonas en bolsillo en la etiqueta destinolibro fueron el puerto seguro para quienes querían completar la colección, dado que en las redes sociales y las librerías de segunda mano se piden cantidades impagables por alguno de los números del Salón de pasos perdidos. Y ahora, en esta tercera parte del devenir editorial de este libro-río, que se ubica en la casa editorial familiar, se ha querido no desentonar demasiado de las anteriores identidades de Pre-textos, lo cual supone un alborozo para el inquieto y fiel coleccionista.

Hablamos, por ello, de un lector que no es solo eso sino también un coleccionista, un fiel, un fan y un seguidor, silencioso, elegante y nada friki, un tipo anónimo que es capaz de dejar lo que esté leyendo porque ha salido el nuevo volumen del Salón de pasos perdidos de Trapiello. Y en esta fauna tan interesante hay de todo: habrá unos pocos que navegaron en el río desde la primera milla (El gato encerrado, un modesto diario que no llegaba ni a las doscientas páginas). Habrá otros que lo iniciaran en los grandes puertos fluviales (El fanal hialino de 2002 alcanza casi las setecientas páginas) y no faltarán los lectores que hayan realizado un viaje a contra-corriente, hacia atrás en el tiempo y hacia adelante con las nuevas entregas, inquietos siempre por esos rumores que a veces llegan de poner fin a la travesía, de canalizar el río, ya caudaloso y amplio, y derivarlo a un puerto seco en una fecha incierta. Hace muchos años ya, antes de que el autor tuviera su propia página web, inicié un grupo de Facebook llamado Lectores de Andrés Trapiello. Cabria pensar que no se reuniría allí nadie o que lo parasitara una extraña legión de feisbuqueros ajenos a la medida y a la literatura. Y, sin embargo, tantos años después, ese grupo sigue abierto con una cordialidad, respeto y discreción inusitadas en las redes sociales de nuestro tiempo. No obstante, siempre resurge la misma pregunta: ¿saldrá pronto el nuevo diario de Trapiello?

Aunque todas las entregas de estos diarios tienen en cuanto al título su “aquel” (Las cosas más extrañas, Troppo vero y Mundo es siguen siendo mis títulos favoritos), no podemos dejar de lado esa suave melancolía en tipografía azul que nos trae este “Éramos otros”. Las letras en color sangre de los volúmenes valencianos han pasado a un azul celeste, delicado, porque quizá los tiempos son otros, porque nosotros somos los mismos y distintos y, como decía Emily Dickinson en un brevísimo poema, “un golpe de azul, un barrido de gris y unas manchas escarlatas componen el cielo vespertino”. Van quedando certezas: de cada día, de cada domingo en el Rastro, de cada Año Nuevo, de cada viaje pero la huella indeleble del tiempo, el prodigio del día y del año, que dijera Rubén Darío, va forjando los cambios. Porque quizá Trapiello se refiere aquí no solo a sí mismo, sino a los personajes entrañables que lo acompañan volumen tras volumen y, por supuesto, a nosotros mismos, conspicuos y leales lectores y navegantes de este río. La brecha temporal, fruto del distanciamiento entre las publicaciones, se intuye en este título pues los hechos narrados ocurrieron en 2010, cosa que como lector agradezco pues voy aislándome más en la lectura y renuncio ya a aquellas tentaciones pretéritas de buscar por X, por H y por B. He disfrutado, como siempre, de este libro. He dejado, como siempre, otras lecturas ya iniciadas. Y una vez concluido, he vuelto hacia atrás o hacia adelante, como el barquero que sabe que todo ese inmenso río es suyo, hacia arriba y hacia abajo en su curso. No tengo que contar más. Se inicia este diario con el canto de un pájaro y se cierra, con la afirmación gozosa de que “igual lo extraordinario es que no esté sucediendo nada extraordinario”. Como los ríos, como los días.


David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es


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Una cita del libro Éramos otros

"Empecé diciéndoles que a mí los libros me gustan cada vez menos. Mis amigos me miraron como diciendo: «No hace falta epatar; nos conocemos todos». Pero es así. Los libros son un mal menor muy bonito, que nos saca de apuros en la vida, y a menudo un mal mayor, porque te la arruinan. Ningún ser humano da más pena que el que vive para los libros. Acaba yéndosele el color como la clorofila a la escarola, y les recordé el poema de Unamuno: las palabras son maravillosas, «hasta que cayeron en un libro, ¡ay tragedia del alma!». Y eso son los libros, nuestra tragedia". (Andrés Trapiello, página 434)

Juan Martínez de las Rivas
JARDÍN ES UN ESTADO DEL ALMA.

Sobre el libro Paseo de Juan Martínez de las Rivas (Pre-textos).

JUAN MARTÍNEZ DE LAS RIVAS.
PASEO.
PRE-TEXTOS, 2023
244 PÁGINAS.
NARRATIVA/DIARIOS
Contemporaneidades

Jardín es un estado del alma.
Sobre el libro Paseo de JUAN MARTÍNEZ DE LAS RIVAS.

En las librerías británicas es frecuente encontrarse con continuas novedades o re-ediciones de lo que podríamos llamar memorias literarias del campo y del jardín. Por educación, por tradición y por estética, los ingleses buscan siempre ese trocito de terreno que en una urbe gigante como Londres les conecte con lo primigenio. Son libros muy personales que nada tienen que ver con los tratados técnicos de botánica, horticultura o floristería. Incluiríamos también en esa reivindicación naturalista la enorme cantidad de memorias rurales, con descripciones excelsas de árboles, praderas, ramajes y pájaros. Desde la fantasía de El jardín secreto a los libros deliciosos de Adrian Bell. Son todos ellos libros misceláneos que convergen en un campo o en un jardín y que a veces tienen una entidad impresionista, con estructuras típicas de la memoria o un cuaderno de apuntes. En este sentido, Paseo, el esperado libro de Juan Martínez de las Rivas, muchos años después de aquellas sorprendentes memorias de título Fuga lenta, puede considerarse un libro inglés.

Ese habitual carácter fragmentario y misceláneo impregna este libro gozoso que en ocasiones recuerda a un diario, tiene en otras páginas la sencillez poética y desnuda del aforismo (como en la parte central llamada Ciclo) pero que por momentos porta al lector hacia la erudición sutil, hacia la mirada curiosa hacia otros textos aludidos, el característico enganche lector que, en mi caso, por ejemplo, me ha llevado desde aquí a la filosofía del paisaje de Simmel, al Elogio de la sombra de Tanizaki o al País de los pájaros que duermen en el aire de Mónica Fernández Aceytuno.

Llegados a este punto diremos lo que no es Paseo. No es un tratado, aunque algunas anotaciones sobre el cuidado de algunas plantas puedan serle útiles a algún lector. No es un ensayo con una tesis clara. Ni es un estudio de la naturaleza espontánea al estilo de Darwin o Thoreau sino de la naturaleza domada que es el jardín. Que no es poco pues hablamos de su propiedad heredada, de la que ya nos habló en Fuga lenta, de un gran jardín en un emplazamiento histórico de una ciudad pequeña como es Ávila. Y es lo que llamaríamos hoy como un “jardín singular”, programado, diseñado por un paisajista de nombre llamado Javier Winthuysen, cercano a la Institución Libre de Enseñanza. No hablamos, por tanto, del bosque ni la campiña y el autor como personaje de su singular historia alcanza a alejarse lo que le permiten las patas y zancadas de su perro fiel. Pero estos paseos permiten observaciones de la ciudad y de nuestra relación tormentosa con la naturaleza, sobre lo cual reflexiona en alguno de los momentos. Por eso, todo este texto que, como dije, recuerda a veces el tono de un diario, se articula fundamentalmente en un tiempo presente, que es el de las plantas, el de los rosales, el de los árboles y el de los pájaros. En el cuidado de un jardín el pasado no existe, tan solo hay un presente y las tareas agotadoras que lo acompañan.

La mirada crítica del autor está latente en no pocos capítulos: alguna pincelada irónica sobre las autoridades abulenses y algún aguijón sobre figuras ilustres que visitan un jardín pero no saben verlo. Mientras tanto, el ciclo de esta naturaleza conclusa y contenida, que no es precisamente el mismo del calendario, va transcurriendo. Pasan cosas fuera: hay encuentros con amigos (los escritores Ángela Segovia, Eduardo Scala, Mayda Anias y Jesús Arribas, por ejemplo) y van desapareciendo otros que son fieles, como el perro Zaki. Paseo es una constatación no de sabiduría sino de la más alta de las virtudes personales: el “no saber”, que es donde se construye la verdadera evolución personal, y creo que por ello es una de las claves del libro. Sin llegar a comportarse como un bildungsroman al uso, una novela de aprendizaje, Martínez de las Rivas nos muestra su educación y un empeño formativo que nada tiene que ver con la cultura libresca a la que estamos acostumbrados. Hay una figura, la de Mateo, que da para un libro, pues se convierte en una figura más del jardín: “A Mateo me gustaba observarlo entre los vegetales, pisando la tierra, donde era hombre de recursos innumerables. Cuando salía del jardín menguaba, y más al entrar en su casa, donde sus hijos y nietos, modernos ciudadanos urbanos desinteresados de las parcelas de su sabiduría y experiencia, lo juzgaban desbancado”.

Paseo es un libro singular, como el jardín que describe, un libro inglés, como señalé al principio, de una factura y un estilo al que no estamos acostumbrados por aquí. Podrían adherirse centenares de referencias simbólicas, culturales, iconográficas y místicas al tema del jardín. Aparecen aquí algunas de ellas (San Juan de la Cruz, Juan Ramón, por ejemplo) pero no serían más que hojarascas molestas. Y en un buen jardín predomina la limpieza y la poda.

David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es


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Una cita del libro Paseo

"INSTANTES plenos: escuchar el parpar de los patos salvajes que cada año crían en el jardín o probar el sabor del primer tomate del año. El hortelano intruso, el que no creció en el campo ni recibió de sus padres el conocimiento de tierras y animales, se siente además satisfecho de cumplir un viaje de regreso a lo simple, esa casi impostura".
(Juan Martínez de las Rivas, Paseo)

Karina Sainz Borgo
TODA LA LITERATURA EN UNA ISLA
Sobre el libro La isla del doctor Schubert de Karina Sainz Borgo.

KARINA SAINZ BORGO
LA ISLA DEL DOCTOR SCHUBERT.

ILUSTRADADO POR NATALIA PÀMIES
LUMEN, 2023
146 PÁGINAS.
NARRATIVA
Contemporaneidades

Toda la literatura en una isla.
Sobre el libro La isla del doctor Schubert de Karina Sainz Borgo.

Es posible que algún lector quede algo despistado con las primeras páginas de este nuevo libro de la venezolana, muy integrada ya en el vivir madrileño y en la cultura española, Karina Sainz Borgo. Es posible que a ese lector le haya desconcertado el título, imaginando quizá al músico Schubert en una extraña isla de cocoteros, muy alejada del refinamiento vienés. Y no. Aquí Schubert es un médico berlinés de esa riquísima cultura europea de principios del siglo XX. La que describió Zweig con soltura. Y a partir de ahí todo es ficción, o medio ficción, o literatura insertada en unas redes de pesca enormes que no arrastran solo peces sino sirenas, personajes, libros y sueños. ¿Qué es este libro extraño entonces? Un homenaje maravilloso que Karina Sainz Borgo se hace a sí misma en tanto que lectora: sus obsesiones, sus fetiches, sus músicos, sus palabras almibaradas, sus lugares imaginarios. 

 Es emocionante que el libro comience con una cita narratológica procedente de uno de los últimos libros de Marías. Y no es casual este homenaje, y no el único en el texto. Porque en este cuento largo de menos de 150 páginas, y deliciosamente ilustrado por Nathalia Pàmies, una copista, escribana o amanuense nos lleva de la mano para gozar del inusitado mundo del doctor Schubert. Un extraño islote donde suceden cosas y donde, como decían los mapas medievales, hic sunt dracones: por allí debe de haber hasta dragones. Y mucho más.

“Las mareas de aquella travesía la cortaron en dos: la hicieron una sirena sin cola y una mujer sin rumbo. Una mensajera. Una copista. Una desgraciada”. Así es esta anónima amanuense en calidad de narradora que nos va a llevar de viaje a una isla imperfecta utilizando todas las herramientas que la belleza del lenguaje y de la retórica le sean posibles, de modo que nosotros, pobres lectores, seremos como aquellos marineros que sucumbían a los cantos de sirena. Y esos cantares seductores se nutren aquí del recuerdo de todos los Robinsones que en el mundo ha habido, pasando por Stevenson, por Wells, por Sterne, por Kafka, por Melville, por Thomas Mann y hasta por las ínsulas cervantinas. La literatura es un ejercicio de aguerridos solitarios que luchan contra los dragones íntimos y propios y contra los exteriores, generalmente menos peligrosos. Porque cada uno se sitúa donde cree que está su paraíso perdido: “Si la amanuense acudió a la isla atraída por el gemido de los ahogados entre los que creyó escuchar a su padre, el doctor Schubert regresó a Berlín buscando pinceles”.

Modigliani, Monteverdi, Tristán, los nobles del Reino de Redonda, la invención aristocrática de Marías, confluyen en este libro misceláneo a medio camino entre la novela de héroes vencidos y trasterrados y la poesía en prosa. No en vano fue en la sección de poesía de unos grandes almacenes donde encontré los ejemplares de este libro. Y es que yo, como lector, me siento ahora cautivado por los cantos de sirena de esta isla que regenta con una equilibrada mezcla de piedad y crueldad el extraño doctor Schubert. Puede re-leerse entero o volver a cualquiera de sus páginas donde encontraremos elixires, frutos silvestres, salamandras y goletas venecianas. Sabíamos de la maestría narrativa de Karina Sainz Borgo, que comprobamos en dos espléndidos libros como La hija de la española y El tercer país. Karina es una encantadora del lenguaje. Y si en la novela alguien como Tristán tiene las llaves de toda isla, descubriendo infiernos y paraísos, nuestra autora tiene las llaves de todos los secretos de la lengua española, de un lado y del otro del Atlántico, desde Cádiz a las Antillas, de la antigüedad a nuestros días, entre hamacas y algarrobos, aljófares y perlas. La isla del doctor Schubert es uno de los libros más bellos que usted pueda encontrar ahora mismo en la librería.

David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es

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Una cita del libro La isla del doctor Schubert

"Quizá por eso el doctor Schubert transpira caramelo al dormir. Puede que sea esa también la razón por la que el berlinés añora a los plataneros y conoce las esclusas del canal de Panamá. Por eso entiende de perlas peregrinas, dibuja las colas dentadas de los dragones que sacuden el agua y aparta de su plato las migajas de pan seco. Él es el almíbar, el jugo fresco que un alemán extrajo con trapiches.”

María Negroni
ESCRIBIR SUELTO, IMPACTAR RÁPIDO
Sobre el libro El corazón del daño de María Negroni

MARÍA NEGRONI
EL CORAZÓN DEL DAÑO
RANDOM HOUSE, 2023
143 PÁGINAS.
NARRATIVA
Contemporaneidades

ESCRIBIR SUELTO, IMPACTAR RÁPIDO
SOBRE EL CORAZÓN DEL DAÑO DE MARÍA NEGRONI.

Hay una literatura acorde con el mercado volátil que atosiga a los almacenes de las distribuidoras y desespera a las librerías. Es una literatura spritz, como el Aperol: sorprendente por fuera, amarga en su gusto y que no deja ningún poso. Quien deguste un Aperol Spritz se verá obligado a beber una botella de agua de forma inmediata o dulcificar el sabor con un buen vino. Hemos de decir, no obstante, que esta literatura aparentemente brillante, chispeante en su construcción y de temas amargos y pesarosos tiene su público, el cual se retroalimenta de elogiosos comentarios con foto en las redes sociales.
Así ocurre con El corazón del daño, un texto pretendidamente inclasificable de la argentina María Negroni, quien ha disfrutado en estos últimos meses de un continuo elogio en los social por este arfefacto poético-memorialístico-diarístico-ensayístico. Un libro que se abre con fervor, que se lee rápido, que se consume en dosis cortas y que, desgraciadamente, no deja retrogusto.

Mamá, no me querías.
El camino que he llevado es el de la oruga.
Como tú me hiciste: lenta y viscosa.
Porque mamá no estaba allí.

No ha escrito estas líneas María Negroni, pero es el tono del libro, y es fácil imitarlo: es una sucesión de oraciones breves, un abuso de la yuxtaposición, un sacrificio cruento de la hilazón y del párrafo largo. Una autora que se recrea en el blanco de la página, como si de un libro de poemas se tratara; que cree en la deidad del punto y aparte, como si ese estilo ortográfico-sintáctico salvara su existencia, la memoria de su desdichada infancia y juventud, la presencia no redentora de los padres. Y sí: uno lee las primeras páginas con devoción por esa plasmación de las ausencias. Primero son las cosas (En la casa de la infancia no hay libros. Patines hay. Bicicletas, cajas de cartón con gusanos de seda. Pero no libros). A estas ausencias se van sumando pequeñas desgracias personales, traslados, quejas, despechos: “A esta hija no la quiero nada, nada nada”. Y entre cajas, títulos, trabajos, reproches, novios, desarrollos hormonales o lecturas va articulándose una especie de museo del desamparo que el lector no acaba de comprender nunca: ¿por qué esa tendencia a la elipsis, al hipérbaton, a la metáfora y al símil? Y entre tanta oración suelta, tanta interioridad es cierto que hay hallazgos, frases hermosas y contundentes que, evidentemente, podrían citarse. Aquí o en una agenda mañanera. A pequeños sorbos. Pero es que la autora cae a su vez en un recolección abusiva de citas, algunas de las cuales ocupan tres páginas: Marguerite Duras, Pessoa, Lispector, Pizarnik, Albert Camus… Como puede verse, lo más alegre de cada literatura.

Detrás de todo este artefacto de referencias y de reflexiones personales, tan a toro pasado, el lector va quedándose con una imagen desvaída, etérea, evanescente y desdibujada de una madre a la que se juzga severamente con unos parámetros actuales y a quien, desde luego, no se le ofrece ni la más mínima posibilidad de defensa: “Nunca te mataré lo suficiente, Madre. Nunca estarás debidamente muerta. Ni en el tamaño de mi edad”. Este tipo de frases pretendidamente duras, hirientes y cortantes son un juego de hipérboles con los que el lector no siente ninguna empatía, como tanto se dice ahora, a no ser que nos imaginemos a esa madre como una especie de adefesio al estilo Norman Bates del hotel de Psicosis, que es lo primero que se me vino a la cabeza pasando las páginas. O peor aún, la madre de la Pantoja. Sería necesario, desde luego, (ironizo), que la editorial y las librerías advirtieran de que este libro no es apto para regalar a las madres en su día de mayo, a no ser que quieran que estas pongan una cláusula de exclusión en el testamento o dejen a los nietos sin sus croquetas, sus regalos y sus postres.

Me temo, como dije al principio, que de este libro se hablará en determinados círculos y redes sociales durante unos meses. Habrá quien se embobe con las metáforas y quien copie algunas frases en cuadernos de diseño. Pero es una literatura spritz. Bonita por fuera, colorida y chispeante, sin nada dentro. Pensaba hacer un juego entre el Aperol y el apellido Negroni, que es un gran cóctel. Pero me abstengo.



David Ferrer. / davidferrer@arboladura.es

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Una cita del libro

"“Un libro es un dispositivo hermoso. También es una máquina de pensar, un dispositivo que encarna el más alto espíritu de contradicción”

La

rebotica

Narrativa

Lista de libros 
en espera de análisis y tratamiento.

Sevillana
Charo Lagares

En la rebotica

Tierra inestable
Claire Fuller

En la rebotica

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